Poco a poco la normalidad va abriéndose camino en los centros Tercera Actividad que la Fundación Santa María la Real gestiona en Aguilar de Campoo y León. Aún han de mantener las medidas y protocolos de seguridad, pero tras la vacunación de ambos espacios, el régimen de visitas para los familiares se ha flexibilizado y durante estos días han podido vivir emotivos y esperados reencuentros.
En Aguilar, Rocío nos confiesa emocionada que llevaba varios meses sin poder ver a su suegra, Elisea, en persona, “hemos mantenido el contacto por videoconferencia y teléfono, hemos intercambiado fotos, pero quien ha aprovechado las visitas para acercarse a verla ha sido mi marido, su hijo”, explica.
Junto a ella está Laura, la nieta de Elisea, quien expresa en voz alta un deseo, “ya no queda nada para mi cumple e igual podemos vernos, abuela”. Será el 17 de marzo y cumplirá 9 años, ¡ojalá Elisea pueda vivir de cerca esta celebración! Ya se perdió la comunión de otra de sus nietas, aunque recibió con ilusión las fotografías y llamadas. Han sido muchos meses conectados en la distancia.
El día es soleado y en el jardín, espera Gustavo, el hijo de Elisea, resulta extraño y gratificante ver pasear a toda la familia por los jardines de Tercera Actividad. Las mascarillas, no ocultan las sonrisas, las miradas y los gestos de cariño, tampoco silencian las confesiones ni restan emoción a las canciones.
Sí, dentro oímos la voz dulce de Luisa, de 90 años, que canta un fado a su hijo José. Ella es portuguesa, de Guimarães, lleva desde los 36 años viviendo en España y seis meses en Tercera Actividad. Se ha puesto de punta en blanco para recibir a su hijo. Nadie diría que tiene 90 años, porque rebosa alegría y sus ojos centellean vitalidad. José le ha regalado unos bombones y ella aprovecha la ocasión para amenizarle la tarde con su melodiosa voz.
El equipo de Tercera Actividad sigue con emoción y nerviosismo estos primeros reencuentros, lo han preparado todo para que “las familias se sientan cómodas y seguras”, explica Alejandro Serrano, director del centro. A lo largo de estos meses han mantenido el contacto gracias a las videoconferencias, llamadas o mediante la aplicación Famileo, “la comunicación ha sido constante”, pero, obviamente, no es lo mismo verse a través de una pantalla que en persona. Ahora que pueden verse, todos añoran y esperan la siguiente fase: poder abrazarse y, sin duda, ya queda menos.