Zamarrones y mascaritos volverán a tomar las calles de la villa más de ochenta años después de su última aparición gracias a ARCO, Amigos del Patrimonio de Aguilar de Campoo. A pesar de que apenas se conservan testimonios escritos sobre los festejos de entonces, éstos han podido ser reconstruido por la asociación gracias a los testimonios recogidos de una veintena de testigos directos de la época a lo largo de estos últimos tres años. El resultado de este trabajo permitirá recuperar una fiesta autóctona que se creía perdida con la Guerra Civil. El recorrido por las calles tendrá lugar el domingo, 3 de marzo, a partir de las 12.30 para, media hora más tarde, llegar a la Plaza de España. Así, como marca una tradición, cuatro zamarrones partirán desde sus respectivas calles para confluir simultáneamente en la plaza. En concreto, los puntos de salida serán el Arco de la Barbacana, Barrio del Pozo, el Arco de Reinosa y Las Tenerías.
Como explican desde ARCO Avelino Molina y Francisco Gutiérrez, presidente y secretario de la asociación respectivamente, en ediciones anteriores ya se ha querido incorporar al zamarrón y al resto de personajes en los carnavales, pero esta será la primera ocasión en la que protagonicen un acto propio como es esta recreación.
Una tradición ancestral
El zamarrón es el personaje principal de esta representación propia de Aguilar desde tiempo inmemoriales. Iba vestido con pieles, cencerros, máscara y ejercía como dueño de su calle y contaba con la ayuda de los mascaritos. Estos personajes vestían una suerte de disfraces elaborados con elementos muy básicos como retales y complementados con cultivos de sus propios huertos y herramientas en desuso. Los zamarrones llamaban a todas las puertas de su calle pidiendo a los vecinos generalmente comida que era recogida por los mascaritos en sus cestas. Durante la recogida de las aportaciones se podía dar el caso que un zamarrón invadiera una calle que no le correspondía, en ese caso, según los testigos de la época, la situación podía degenerar en una pelea que se olvidaba una vez que se llegaba a la plaza.
No eran estos los únicos personajes que participaban en la celebración. También intervenía el oso, un disfraz elaborado con pieles de oveja y una máscara, que era conducido por un amo que no dudaba en desatar su ira sobre él a lo largo del recorrido. Otro de los personajes recordados con especial cariño era el aliguí, que, vestido con un sayón, portaba un palo con una cuerda, al final de la cual pendía un higo que ofrecía a los niños para que lo atraparan a bocados mientras les cantaba “aliguí, aliguí, con las manos, no; con la boca, sí”. Finalmente, también se incorporaba a la fiesta la vijanera, una anciana que se empleaba para asustar a los niños a modo del coco o del hombre del saco. Desde ARCO explican que este personaje no era exclusivo del carnaval, pero también tenía su presencia, aunque solía ir más allá del propio entorno familiar.
Una vez que zamarrones y mascaritos se daban cita en la plaza para mantear, apalear y, finalmente, quemar a un pelele. También se cantaban coplas en las que se aprovechaba para realizar peticiones, generalmente dirigidas al Ayuntamiento. Como explican desde ARCO, “visto desde ahora, eran peticiones muy ingenuas, pedían un pilón para una calle, el arreglo de una acera y, al final, también pedían perdón por si habían molestado”. La fiesta concluía con una comida en la que todos los participantes de las cuatro calles, ya en común, daban cuenta de las aportaciones de los vecinos.