José Antonio Rodríguez Marcos, profesor titular de Prehistoria de la Universidad de Burgos, será el encargado de presentar la pieza del mes en el Museo de Palencia este sábado 18 de octubre a las 12.30 horas. Se trata de un importante conjunto formado por cerámicas, hacha plana de cobre, pulsera de plata tipo argárico, varias cuentas de nassareticulatautilizadas para adorno, que formarían parte de un enterramiento de élite y que muestra el intercambio comercial de materiales de distintas procedencias.
Cueva Tino es una cavidad de origen kárstico, situada al norte de la provincia de Palencia, dentro del término municipal de Mave (en la zona conocida como el Cañón de la Horadada), bautizada con este nombre en recuerdo de un joven espeleólogo –Clementino del Campo– muerto en accidente mientras exploraba la cueva. Así nos lo cuentan Gonzalo Alcalde y Regino Rincón, autores de una memoria que recoge las excavaciones desarrolladas en 1974 y 1976.
En el lugar se halló un nutrido lote de huesos humanos evidenciado que este enclave sirvió de espacio sepulcral. Con los restos aparecieron junto a una serie de cerámicas –elaboradas a mano– de totalidades oscuras –grandes ollas con decoraciones plásticas de mamelones y de cordones aplicados, cazuelas de carenas medias, fondos planos, bordes con digitaciones, asas de cinta, improntas de cestería–, cuyo estudio comparativo permite afirmar que la ocupación de Cueva Tino se produjo durante la denominada ‘fase Parpantique’; caracterizadora del Bronce Antiguo de la cuenca del Duero.
Entre ellos destacan: un hacha plana de cobre, una pulsera de plata y seis conchas perforadas, de la misma procedencia (bien sea el objeto ya terminado, bien la materia prima empleada en su elaboración) de ámbitos ajenos al lugar del hallazgo.
La aparición de estos objetos de origen tan diverso en Cueva Tino, de una parte, pone en evidencia que las gentes del norte de Palencia no se vieron al margen de las “redes de distribución” de productos exóticos que circulan durante el Bronce Antiguo entre las culturas de la Península. Ello permite pensar, por tanto, que este territorio tampoco quedó al margen de algunos comportamientos que parecen ser comunes entre las culturas más pujantes de Europa occidental.