El Ayuntamiento de Barruelo de Santullán ha rendido homenaje a este barruelano, que falleció en uno de los campos de concentración nazi.
El alcalde, llevó a pleno una declaración institucional, al inicio de esta legislatura para honrar la memoria de este barruelano que fue represaliado al inicio de la II Guerra Mundial y tras finalizar la guerra civil española. La propuesta salió adelante con todos los votos a favor del PSOE y ABI, y la abstención del edil del PP. Cristian Delgado destaca que “fue sorprendente conocer la historia de este barruelano y su triste final”.
El 10 de agosto de 2019, el Boletín Oficial del Estado publicaba los nombres de las personas, de origen español, que perdieron la vida en los campos de concentración nazis durante la Segunda Guerra Mundial. El regidor, en la declaración ratificada, aseguró: “4.427 personas perecieron en uno de los capítulos más negros de nuestra reciente historia mundial. La mayor parte de ellos, republicanos exiliados que encontraron un triste destino, fuera de su tierra, su casa y su país. Sin entrar en consideraciones políticas, es de justicia reconocer a todos aquellos vecinos que (de un bando u otro) perdieron la vida en guerras sin sentido, enfrentamientos que dividieron a familias, y que provocaron un sufrimiento desmesurado para una sociedad como la nuestra, que debe aprender de los errores pasados.
Entre todos esos nombres, destaca uno, Santos Nozal Puente, nacido en Barruelo de Santullán en el año 1905. Este barruelano fue deportado al Campo de Concentración de Mauthausen- Gusen, en Austria, donde falleció el siete de diciembre de 1941, a la edad de 36 años.
El eje de la vida en este campo de concentración era la cantera de granito, en la cual trabajaban los prisioneros hasta su muerte por extenuación. Una escalera de 186 peldaños separaba la cantera de los barracones. Los deportados debían subirla diez o doce veces por día, cargados con grandes piedras a la espalda, mientras los kapos —prisioneros que ejercían como capataces y normalmente polacos— les empujaban, zancadilleaban y golpeaban con bastones. Cuando falleció el primer español, el 26 de agosto de 1940, sus compatriotas, ante la sorpresa de los verdugos, guardaron un minuto de silencio, situación que se repetiría en numerosas ocasiones.
Se llegó a conocer como el “Campo de los Españoles”, por la gran cantidad de prisioneros originarios de nuestro país. Nuestros compatriotas se organizaron para subsistir y salvar a sus compañeros. Por ejemplo, los españoles que cuidaban la sala de duchas salvaron la vida a más de un compañero cuando los nazis llevaron a cabo allí ejecuciones masivas mediante la inmersión de grupos de prisioneros durante horas y horas en naves repletas de agua helada hasta la altura de la cintura. La organización clandestina española, además, repartía medicinas robadas de la enfermería y redistribuía la escasa comida que llegaba a los presos, con el fin de asignar más alimentos a los débiles y enfermos.
Sin embargo, el recuerdo más vivo en la memoria de los supervivientes de otros países, sobre todo de los franceses, al hablar de los campos, es la fe española en la derrota del nazismo, incluso en los peores momentos de la guerra. Quizá porque los republicanos españoles llevaban luchando contra la Alemania nazi y sus socios desde el inicio de la Guerra Civil Española, en 1936. «Una victoria más», explicó en una ocasión un superviviente francés, era la frase que pronunciaban los presos españoles cada vez que llegaban al último de los 186 peldaños de la escalera de la cantera. Convencidos de la victoria aliada, los republicanos decidieron conservar pruebas de la barbarie, para el posterior juicio a los verdugos. Así, por ejemplo, Francisco Boix, fotógrafo del campo, hizo copia de todas las fotos que pasaron por sus manos y logró esconderlas hasta el final de la guerra. Gracias a ellas, Boix pudo probar durante los juicios de Núremberg la presencia de los jerarcas Albert Speer y Ernst Kaltenbrunner en Mauthausen y demoler así su alegato de que desconocían los campos de exterminio.
Cuando el Ejército norteamericano entró en Mauthausen, el 5 de mayo de 1945, banderas republicanas habían sustituido a las banderas nazis y la puerta del campo estaba cubierta por una gran pancarta en la que se podía leer: “Los españoles antifascistas saludan a las fuerzas libertadoras”.
Desgraciadamente, Santos Nozal Puente, no pudo salir de este infierno, y pereció en diciembre de 1941. Hoy, una vez conocido su nombre en esta negra lista, debemos honrar su memoria y la de todos los que perecieron en esta barbarie”.