Silvia Fernández lleva un año viviendo en Calahorra de Boedo. Llegó para quedarse, trabajar y encontrar aquí una oportunidad de futuro. No hizo el viaje sola, sino con sus dos hijos, Noa y Rayan. Se han integrado perfectamente, gracias al proyecto “Repuebla Calahorra de Boedo: apostando por la innovación social y la sostenibilidad”, impulsado por el ayuntamiento del municipio y la Fundación Santa María la Real con el apoyo del Ministerio de Transición Ecológica y Reto Demográfico.
Silvia nació en Villafranca del Penedés, aunque siempre había residido en Vilanova i la Gertrú, en Barcelona. Por circunstancias de la vida, se trasladó a Mora la Nava en Tarragona y, hace un año, por diferentes motivos, decidió que necesitaba dar un giro a su vida y comenzó a buscar oportunidades en otros lugares.
“Me encantaba el pueblo, pero tenía problemas para encontrar trabajo y conciliar la maternidad sola. Además, los alquileres allí son mucho más caros”, explica. En su rastreo de nuevas oportunidades se topó con el proyecto “Repuebla Calahorra de Boedo” y con Vanesa Mateo, la técnica de la Fundación Santa María la Real encargada de su gestión. “Vanesa es un amor”, afirma Silvia, “le expliqué mi experiencia y mi proyecto y aquí estamos”. Lo tiene claro, “si no hubiera sido por ella y por el ayuntamiento, no sé qué sería de nosotros”.
Aún recuerda el primer día que llegó a esta pequeña localidad del Boedo, hace casi un año, el 29 de agosto de 2024. “Veníamos en un coche apretadísimos, imaginaos meter toda una vida en una maleta y un par de cajas”, recuerda con cierta nostalgia y una sonrisa. “Salimos de Mora la Nova, con 34° y un calor insoportable, en tirantes y pantalón corto… y cuando llegamos a Calahorra cerca de las ocho de tarde, nos encontramos con tormenta y una temperatura de 14°, ¡menuda diferencia!”
Nueva casa y empleo
En el pueblo, les esperaban con los brazos abiertos, el alcalde, Juan Carlos Campo, varios concejales y algunos vecinos. No, no en plan “Bienvenido Mr. Marshall”, sino con la ilusión de recibir a una nueva familia que llega para quedarse. El censo de la localidad palentina registraba 84 habitantes y la mayoría son personas mayores de 65 años. La llegada de una madre joven con dos chavales de 12 y 9 años fue un auténtico milagro.
La comitiva los acompañó a la que, desde entonces, sería su casa y, cómo no, al principio, el pueblo se volcó con los nuevos vecinos “nos traían verduras y fruta de las huertas, dulces, me daban muy buenos consejos y desde el ayuntamiento me facilitaron mucho los trámites y me orientaron para poder trabajar”, dice Silvia. Empezó como cocinera en el bar del pueblo y ahora trabaja en ayuda a domicilio, a través del CEAS, y como personal de limpieza en una empresa de placas solares. Tras un año aquí, tanto ella como sus hijos se encuentran “en familia”. “Nuestras vidas han cambiado al 100% para mejor”, asegura.
“Ahora mis hijos tienen la libertad que yo viví en mi infancia: pueden jugar en la calle, son más independientes”. No solo eso, “aquí es más fácil encontrar trabajo y mi nivel adquisitivo ha mejorado muchísimo, porque la vivienda es más económica”. “Sinceramente, ahora mismo, no volvería a la ciudad”, afirma. Por eso, recomienda a quienes como ella están buscando un cambio de vida que “no se lo piensen, que se informen y se lancen”. “En las ciudades hemos perdido muchas cosas esenciales que, aquí, se recuperan: el contacto con los vecinos, la naturaleza, la cercanía…”
Hoy, “¡estamos felices!”, le dice a Vanesa Mateo y le confiesa que “me he emocionado mucho al contarte esto, pero me encanta y me gustaría ayudar si hubiese alguien que está pensando cambiar de vida”. El caso de Silvia y sus hijos es, quizá, el más significativo y el primer éxito en cuanto a repoblación se refiere, pero el proyecto va mucho más lejos.
Atención a mayores y nuevos pobladores
Vanesa, responsable de la oficina técnica de “Repuebla Calahorra” visita todos los martes el pueblo para poder cumplir con un doble cometido: detectar las necesidades, requerimientos y áreas de mejora en atención a personas mayores y, por otro lado, ofrecer asesoramiento y acompañamiento a posibles nuevos pobladores.
Además, dos asistentes personales de Tercera Actividad, el centro de atención a personas mayores y/o dependientes que la Fundación gestiona en Aguilar de Campoo, acuden de lunes a domingo, para atender a 15 personas mayores de 65 años. “Cada 15 días ofrecemos atención psicológica, con un profesional especializado”, apunta Vanesa y concreta que se han tramitado ocho procesos. Además, los miércoles cuentan con servicio de fisioterapia por el que han pasado una decena de personas y cada dos meses podología.
La meta final del proyecto, además de mejorar la calidad de vida de los vecinos y atraer nuevos pobladores es elaborar sendos estudios que identifiquen las necesidades y oportunidades para luchar contra la despoblación, facilitando la llegada de nuevos habitantes. El caso de Silvia y sus hijos y las muestras de cariño e ilusión de los vecinos son, sin duda, la mejor recompensa y carta de presentación.