Laura Alberich lleva más de 20 años dedicándose a plasmar sobre lienzo o tabla las pinturas románicas y mozárabes que, desde niña captaron su atención. Obras llenas de color, que reproduce siguiendo técnicas medievales, utilizando pigmentos naturales. La muestra podrá verse hasta el 15 de octubre en el centro expositivo Rom, ubicado en el monasterio de Santa María la Real de Aguilar de Campoo.
“Siempre he tenido interés en las figuras románicas y mozárabes. Me llamaba la atención los dibujitos que yo veía cuando era más pequeña, me atraían mucho”, comenta Laura, instantes antes de la inauguración de la muestra y a pie de obra. “Tenía libros, los miraba, pero tampoco entendía mucho su significado”. Y para eso, para llegar a captar la esencia de los antiguos maestros, entró en un monasterio ortodoxo, donde le enseñaron la técnica del temple y la tradición iconográfica.
Se empapó de ese saber y, ya en su casa, cambió el Bizantino del monasterio, por lo que a ella, realmente le apasiona: el románico y el mozárabe. “Empecé a investigar más, estuve en contacto con teólogos y otros expertos en la materia para ver y entender mejor el significado de este arte”. Cada obra, implica un concienzudo proceso de investigación. Primero selecciona el dibujo que le llama la atención, va a verlo in situ para captar su esencia, lo reproduce una y otra vez sobre papel, hasta que consigue captar el trazo y el significado que le dio el maestro original. Entonces y solo entonces, se aviene a plasmarlo sobre tabla.
Románico iluminado
“Utilizo la técnica del temple al huevo, con pigmentos naturales y como lo hacían en los monasterios”, nos explica. ¿El primer paso? La madera. Ya no sale a buscarla ni tiene que tallarla, como los monjes, pero aún así, ha de prepararla, con una base de cola de conejo y carbonato cálcico, que mezcla al baño María. Una vez listo, va aplicándolo a capas sobre la madera. Cuando ya tiene la consistencia necesaria, se pule, se traza el dibujo, se punza y, por último, se le dota de color. Tintas al huevo que prepara ella misma, utilizando yema, agua y pigmentos naturales, procedentes en su mayoría de minerales, altamente tóxicos, que manipula con precaución, mimo y cuidado, “como en El Nombre de la Rosa”, recuerda y sonríe.
“Es un trabajo que lleva mucho tiempo, pero que me resulta altamente relajante. Me encanta, me apasiona y, a veces, pierdo el oremus, cuando empiezas a pintar estas un poco fuera del tiempo”, comenta. El resultado de esa concentración, de años de investigación y de su técnica, puede verse en la veintena de obras que integran la exposición “Románico Iluminado”, pero, ¿por qué ese título? “Hoy en día nos impresionan mucho los colores del románico, porque no estamos acostumbrados. Normal, con el tiempo se fueron perdiendo. Pero, son colores,
llamativos, naturales que, además, si pudiésemos apagar la luz de la sala, gracias al carbonato cálcico de la base y al propio pigmento, seguiríamos apreciándose”.
Más de veinte obras que nos invitan a un paseo por el románico y el mozárabe, recorriendo distintas regiones como Aragón, Cataluña, Madrid o Castilla y León. Lugares todos ellos, que Laura ha visitado. Para el cartel anunciador, ha seleccionado, precisamente, la reproducción pictórica de un capitel de la iglesia de San Martín de Frómista, junto a él detalles del Pantocrátor de Moarves.
La temática de las obras es variada los contenidos de la tradición canónica, Vírgenes y Santos y beatos, se mezclan con obras mitológicas o con el bestiario y es que, como la propia autora, apunta, “hay para todos los gustos y todas las sensibilidades”. Sus trabajos podrán verse y adquirirse hasta el 15 de octubre en el centro expositivo Rom, como una más de las actividades del museo y dentro de su horario habitual, es decir, todos los días de 10 a 14 por las mañanas y de 16 a 20 por las tardes, con visitas guiadas cada hora.