Natalia García, Libertad Páramo, Laura Plaza, Paula Iglesias, Lidia del Barrio, Vanesa Mateo y Carla Delgado. Todas ellas tienen algo en común: su profesión. Son o se están formando como trabajadores sociales y ejercen en los centros de atención a personas mayores y/o dependientes Tercera Actividad que la Fundación Santa María la Real gestiona en Aguilar de Campoo (Palencia) y Valdelafuente (León).
Coincidiendo con la celebración del Día Mundial del Trabajo Social han querido contarnos su experiencia y reivindicar que la suya sigue siendo una profesión esencial, pero, quizá, poco reconocida.
“Quienes nos rodean sí saben lo que hacemos, pero aún estamos en la sombra”, asegura Laura. “Somos una pieza clave para el desarrollo de la sociedad y deberíamos tener mucha más visibilidad y reconocimiento”, afirma.Sus compañeras en Tercera Actividad asienten, le dan la razón. Todas llegaron aquí por vocación. En muchos casos, porque conocían a personas que ya ejercían como trabajadoras sociales.
“Me motivaba poder ayudar a las personas a mejorar sus condiciones de vida y acompañarlas en su vulnerabilidad”, apunta Carla, la más joven del equipo, que tiene claro que quiere ser “agente de cambio social”. La suya, dicen, es una profesión, “preciosa, cargada de significado y emoción”. Una labor que requiere de grandes dosis de empatía, escucha activa, paciencia y habilidades para resolver conflictos o trabajar en equipo.
Su día a día con personas mayores
Natalia y Libertad son las veteranas del equipo. Natalia ejerce su labor como trabajadora social en Aguilar de Campoo y ha tutorizado la labor de Vanesa y Carla. Libertad comenzó como trabajadora social en Valdelafuente y, actualmente, es la directora del centro, que cuenta con el apoyo de Laura, trabajadora social, y Paula y Lidia, quienes se formaron como educadoras y están completando sus estudios de trabajo social.
Todas han encontrado en el trabajo con personas mayores no solo la oportunidad para desarrollar su vocación, sino también un valor que les motiva a trabajar para mejorar y seguir aprendiendo. “Cada día nos enseñan, nos regalan momentos llenos de ternura y sabiduría”, asegura Laura. “Tienen una gran experiencia de vida y afrontan grandes retos como el aislamiento o la soledad”, completa Carla. Coinciden al afirmar que es mucho más “lo que dan, que lo piden” y en que trabajar con ellos es un auténtico “regalo”.
El trabajo de estas mujeres va mucho más allá de una función profesional, existe un compromiso diario con el bienestar de los residentes y sus familias. Ellas son quienes los acompañan, orientan y apoyan, desde que entran en el centro. Son, en muchos casos, su punto de conexión con el mundo exterior.
Todas reconocen, eso sí, que se trata de un trabajo de equipo y que su labor no sería posible sin el apoyo constante del resto de la plantilla de ambos centros. Más de un centenar desde médicos, a auxiliares, fisioterapeutas, terapeutas ocupacionales, equipo de limpieza, cocina o gerocultura. Son la gran familia de Tercera Actividad. Para muchos de ellos, el centro es su segundo hogar.
Otros proyectos
Aunque también es trabajadora social y vinculada a Tercera Actividad, el trabajo de Vanesa Mateo es, quizá, el que más difiere del resto de sus compañeras, dado que ella está más centrada en el desarrollo de proyectos como “Conecta Rural”, “Repuebla Calahorra de Boedo” o “Salvia”. Iniciativas que, se basan en la experiencia y la trayectoria de la Fundación y de sus centros Tercera Actividad.
“En Conecta Rural y Repuebla Calahorra mi labor se centra en dinamizar, atraer nuevos pobladores al territorio y mejorar la calidad de vida de los habitantes de los municipios en los que actuamos”, explica. “En Salvia, el reto es ayudar a las personas mayores a combatir el aislamiento digital y la soledad no deseada”. Para Vanesa la experiencia de sus compañeras de Tercera Actividad supone un buen punto de partida.
El trabajo en equipo, señala, “marca la diferencia y crea un sentimiento de pertenencia”. Gracias a ello, asegura, “he podido comprender la magnitud de lo que realmente se puede aportar desde una residencia tanto a las personas mayores como a sus familiares, con un equipo comprometido, que cree en lo que hace y demuestra, cada día, que no hay edades sino experiencias”, concluye.