Elena y Aureliana charlan animadamente a los pies de la presa de Aguilar de Campoo. Una recuerda haber estado allí muchas veces, la otra dice no haber ido nunca y se queja porque este viento tan molesto ensombrece un día tan bonito y soleado. Están allí para descubrir in situ, como la aplicación de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, puede contribuir a la mejora y el cuidado de nuestro entorno más cercano.
Durante los meses de marzo y abril han trabajado en Tercera Actividad, su casa, el centro de atención a personas mayores y/o dependientes que la Fundación Santa María la Real gestiona en Aguilar de Campoo, con Ángela Raya, educadora social, responsable del proyecto “La montaña Palentina se mueve”, promovido por la Facultad de Educación de Palencia, gracias a la Liga Española de la Educación.
¿Cuál es ha sido su reto? Como ella misma nos explica, “lograr establecer un diálogo con diferentes colectivos y asociaciones, para fomentar la sensibilización y la acción en torno a cuestiones que nos afectan a diario y que pueden ser vistas desde el prisma de los Objetivos de Desarrollo Sostenible”.
Ángela ha trabajado con varios grupos en Barruelo de Santullán, Cervera de Pisuerga, Vallejo de Orbó, Guardo y Aguilar de Campoo. Así durante cinco sesiones en el salón de actos de Tercer Actividad, personas como Elena, Aureliana o Vicenta, entre otras, han podido reflexionar en torno a cuestiones como su relación con el entorno, cómo lo cuidan o cómo ha cambiado a lo lardo del tiempo. Lo han hecho de un modo muy sencillo, didáctico y cercano, visualizando, por ejemplo, viejas fotografías de autores como Piedad Isla, la fotógrafa de la Montaña Palentina.
La actividad ha avivado sus recuerdos y su conciencia ambiental, además, les ha permitido compartir experiencias, como la de esta semana, la última sesión, que les acercó hasta los pies de la presa de Aguilar de Campoo. Llegaron allí junto con Ángela y el personal de Tercera Actividad, en vehículos adaptados para facilitar su desplazamiento. Una vez en el lugar pudieron pasear, recordar e incluso asomarse a la conocida fuente de ‘los cinco caños’. Eso sí, sin beber, porque pese al sol, como bien decía Araceli, el agua estaba fría como el viento. No importa, ¡qué mejor forma de valorar nuestro entorno que acercándonos a él!