La 34ª edición de Aguilar Film Festival otorgaba, en la sesión de clausura celebrada ayer, el Águila de Oro a la directora Inés París por su trayectoria profesional. Con una dilatada experiencia en el mundo del audiovisual, inició su trayectoria junto a Daniela Fejerman en los cortometrajes A mí quien me manda meterme en esto (1999) y Vamos a dejarlo (2000), a los que seguirían los largometrajes A mi madre le gustan las mujeres (2002), por el que fue nominada en los premios Goya en la categoría de Mejor Dirección Novel, y Semen, una historia de amor (2005). Posteriormente, proseguiría su carrera en solitario con las películas Miguel y William (2007), el documental Manzanas, pollos y quimeras (2013), con otras dos nominaciones en los premios Goya, y La noche que mi madre mató a mi padre (2016).En los últimos años ha centrado su actividad en la televisión, dirigiendo para TVE la serie documental Iguales (2013) y trabajando en proyectos como El accidente (2018) o La valla (2020).
-El festival de Aguilar reconoce este año su trayectoria profesional, ¿cómo recibe este galardón?
Yo pienso que los galardones, los premios y los reconocimientos son siempre una gozada, es una cosa que te anima. La profesión del cine y de la televisión, del audiovisual, en general, es duro, para las mujeres terriblemente dura, diría yo. Y como todo cuesta tanto, creo que cualquier momento que es gratificante es estupendo y hay que disfrutarlo muchísimo. Yo, que tengo 60 años, sigo peleando cada día para sacar adelante mis proyectos y me cuesta, por eso cada vez que te reconocen algo es una gozada.
-Nació en Madrid en 1962, es licenciada en Filosofía, directora y guionista con una dilatada experiencia en cine y televisión ¿Cómo llegó al mundo del cine?
Bueno, ha sido un trayecto largo, creo que a mí me influyó muchísimo mi ambiente familiar. Siempre lo digo, yo soy de una familia de intelectuales, mi padre era filósofo, Carlos París, al que siempre recuerdo, porque me criaron en una casa donde nos enseñaron a discutir y a pensar de manera personal, y donde me enseñaron también a ser feminista. Me enseñaron que podía lograr cualquier cosa y mi sexo no debía ser jamás un obstaculo, pero también me enseñaron que nuestra sociedad iba a intentar que no llegase a través de mecanismos de discriminación, que además eran invisibles.
Después creo que, sobre todo, he sido una persona creativa, con muchas ganas de contar cómo veo el mundo y cómo creo que se puede cambiar. En ese sentido fui probando muchas cosas, primero fui actriz, hice muchísimas cosas en teatro; fui ayudante de dirección en el Teatro Nacional durante muchos años, en Madrid con Miguel Narros, entre otros; después empecé a escribir y luego consideré que tenía que dirigir, porque era la única manera de que mis proyectos llegaran a buen término. He ido labrando un camino, paso a paso, buscando mi hueco donde podía y, a veces, teniendo que pegar una patada para que me lo abrieran.
-¿Qué dificultades tuvo en esos comienzos?
Yo pienso que hay dos dificultades que son distintas, una de ellas es la dificultad que, a mí me parece más apasionante, que también estimula, que es la dificultad de encontrar tu propia mirada, o sea, lo que es puramente el trabajo creativo. Por un lado, aprender un oficio, que es un oficio con cierta complejidad, y por otro lado, aprender a valorarte a tí mismo y aprender a contar lo que uno tiene que contar. Esa parte a mi me parece siempre fabulosa.
Luego hay otra parte que ya es más complicada, que son las dificultades de la profesión, yo diría que una profesión que se caracteriza en nuestro país porque hay un enorme talento, hay unas y unos técnicos magníficamente formados, pero no tenemos una industria sólida y consolidada. En ese sentido he sufrido lo mismo que todas las personas que intentan hacer cine y televisión en nuestro país, esa falta de industria.
Y por último, añadido a todo esto, el hecho de ser mujer. Creo que hemos conseguido muchas cosas en estos últimos años, no porque nos lo hayan regalado, sino gracias a que las mujeres nos organizamos y establecimos un plan para poder cambiar la desigualdad. Cuando yo empecé no era así, con lo cual también sufrí, por las dificultades inherentes al hecho de ser mujer. No solamente tener que llevar una profesión muy exigente, junto con cuestiones como ser madre, sino que además, tenía continuamente que convencer de mis proyectos a personas que normalmente eran todos ellos varones, acostumbrados a darles proyectos a otros varones con los que se reconocían más fácilmente que conmigo.
-Como directora, se inició en el mundo del cortometraje con A mí quien me manda meterme en esto (1999) y Vamos a dejarlo (2000), ¿cómo recuerda esa etapa?
¡Ay fantástica! Lo que pasa es que a veces tengo poca memoria de sitios concretos, en esto soy un poco desastre, confundo el mundo de los festivales. Pero fue esa primera etapa, de la que antes os hablaba, fue el encontrar mi propia mirada. Además, lo hice de una mirada peculiar, lo hice en equipo con Daniela Fejerman, que codirigimos nuestros primeros cortos y nuestras primeras películas, y fue una etapa llena de ilusión, aprendimos muchísimo y también vimos en muchas ocasiones que estábamos bastante solas, que teníamos que estar todo el tiempo aprendiendo cómo entrar en la profesión. Por ejemplo, aprendimos cosas muy concretas, muy graciosas, como el hecho de que el cortometraje gustaba mucho al público y, en cambio, no gustaba nada a los críticos. Nunca nos daban ningún premio que no fuera el del público. Lo que pasa es que no escarmenté, porque todavía a día de hoy, tiendo a hacer comedia, y me digo a mi misma “basta, por favor, haz una cosa muy dramática”. (risas)
-Es difícil hacer comedia ¿no?
Claro, yo pienso que es el género más difícil y más denostado. Es una cosa muy curiosa que los seres humanos nos acomplejemos de nuestra capacidad de reír, que parezca que es algo para brutos.
-¿Ha seguido trabajando en el mundo del cortometraje?
Uno de los últimos que hice tiene ya años, fue para Mujeres por África, donde dirigí un proyecto que era básicamente rodar una serie de cortometrajes en países africanos. Yo hice uno de ellos, lo rodé en Mali y fue una experiencia fantástica, protagonizada por una niña, La radio de Batuma (2010), que es un corto que me gusta muchísimo. Después intenté hacer un corto, hace unos años, cuando pasó aquello tan terrible de Madrid Arena, que murieron una serie de adolescentes. Mi hija estaba allí también y no le pasó nada a ella, pero yo me quedé con el recuerdo de las voces de las niñas que llamaban al 112 y no les hicieron caso. Quise hacer un corto sobre eso, pero tuvimos mala suerte, una serie de circunstancias, y sigo pensando en hacerlo.
– ¿Qué le aporta este formato respecto a otros?
Yo simplemente pienso que son diferentes posibilidades narrativas, cada una tiene sus características, creo que ahora habiendo como hay tantas ventanas y tantas formas de exhibición, lo que es breve muchas veces resulta muy adecuado para ciertos visionados. Entonces, creo simplemente que son formas distintas, ni mejores ni peores.
-Y los festivales, como el que se hace en Aguilar de Campoo desde hace 34 años, ¿cree que siguen siendo necesarios?
¡Madre mía! Sólamente hay que saber la afición al cine que hay aquí en Aguilar, y por extensión en toda la región. Yo creo que, además, es una cosa asombrosa y sorprendente. Además, es un lugar que tiene un cine que se llama Amor y que cumple cien años. Me parece una cosa tan fabulosa, milagrosa, tan bonita, una cosa tan difícil de describir, y además, aquí se han formado muchas vocaciones, muchas profesiones, y se ha creado público que es lo que más necesitamos.
-Usted fue la primera mujer en la dirección de la Fundación SGAE, fue presidenta de la Asociación de Mujeres y Cineastas de Medios Audiovisuales. Además, siempre ha mantenido un papel reivindicativo en favor de la igualdad de oportunidades para la mujer en el cine. ¿Qué cree que se ha conseguido en este sentido?
Se ha conseguido muchísimo, es una cosa impresionante lo mucho que han conseguido las mujeres del audiovisual en el mundo. Hubo, primero, un gran acierto, que fue contratar unos años a Nicole Kidman, como representante de este movimiento. De pronto tuvimos los rostros más famosos del mundo también a favor. Se ha conseguido mucho en España, en primer lugar, que la propia profesión comprenda que la ausencia de mujeres en puestos directivos, cambia los contenidos, los sesga y no ayuda nada en temas como la violencia contra las mujeres. Cuando empezamos a decir eso, parecía una tontería; ahora, se entiende que ese problema que pusimos sobre la mesa, es un problema importantísimo, no sólo de la profesión, sino de la sociedad. Yo creo que esto es un avance espectacular.
Después, hay que destacar que ha sido CIMA, la propia asociación, no tanto las instituciones, la que ha conseguido trazar una hoja de ruta política de acciones concretas. Hemos trabajado en esa línea y hemos conseguido que el ICCA, el Ministerio de Cultura, nos escuchase. Hemos ido consiguiendo que entren muchas mujeres; ahora, cambio profundísimo, profundísimo, profundísimo, no. Tenemos muy estudiado que, en casi todos los sectores de poder, en general, ideológico y económico, las mujeres alcanzan un límite de poder del 20-25 por ciento. Hay que tener mucho cuidado con los espejismos, porque es verdad que está siendo más fácil entrar en la profesión, pero el tema no es entrar, sino tener una carrera con continuidad. Vamos para adelante, va fenomenal, no hay que despistarse, y ahora la batalla es que comprendan muy claramente nuestros compañeros que esto es una cosa buena para todos.
–En la actualidad ultima el rodaje de la serie Detective Romi, trabaja en su próxima película y da clases de dirección en la Universidad Complutense de Madrid. ¿En qué momento profesional se encuentra ahora y cuáles son sus próximos proyectos?
Yo diría que me encuentro en un momento personal muy bueno de madurez creativa, no he perdido ni un ápice de ilusión, es horrible la cantidad de proyectos que tengo en los cajones y los que cada día tengo más ganas de hacer. Ahora, sigo teniendo que pelearme cada día con cada proyecto. Me llaman muchísimo por mi experiencia, tengo muchos proyectos en marcha, soy una buena directora de proyectos, pero no consigo sacar mis proyectos adelante y, por ejemplo, mi última película, la que yo quería hacer, Ya vienen, comedia de ciencia ficción protagonizada por cuatro mujeres, ha estado este año en Televisión Española, en cuatro comités y nos la han retirado una y otra vez. Al final no ha salido, cosa que a quienes no lo eligen no les resulta doloroso, a mí me deja sin rodar la película que yo quiero hacer desde hace diez años.
-Vaya, pues deseamos que consiga sacar adelante su película y enhorabuena por este premio.
Nada, muchísimas gracias, y sí quiero decir a todos que aunque sea una profesión muy dura es la más bonita del mundo.