El 22 de diciembre de 2021 el Centro Histórico de Herrera de Pisuerga ha amanecido con otra lotería: la de los cerdos. Unos cerdos de ganchillo que aparecen manifestándose contra las macrogranjas. Con esta acción urbana, la plataforma ciudadana Pisoraca y Comarcas Vivas quiere recordar que la ganadería industrial sigue amenazando a los territorios rurales. Basta echar un vis-tazo al Boletín Oficial de Castilla y León para comprobar que no dejan de salir a información pública-ca explotaciones de este tipo, a pesar de que últimamente han aparecido en prensa diversas noticias acerca del pinchazo de la denominada “burbuja del porcino”. Resulta evidente que algo no cuadra, si ya no es rentable el negocio del porcino, ¿cuál es el motivo para seguir construyendo fábricas de cerdos?
Las empresas del sector hablan de invertir dinero en los pueblos, pero éstos les interesan en la medida en que constituyen el soporte y el medio para lograr sus fines. Dada la alta mecanización de estas instalaciones, no se establece una relación simbiótica donde ambas partes salen beneficiadas, sino parasitaria o depredadora de los recursos del medio rural.
Algunos políticos argumentan que si las macrogranjas cumplen la ley no se puede hacer nada para impedir su colocación, pero si vivir en sociedad consistiera únicamente en cumplir la ley tendríamos suficiente con las Administraciones Públicas y las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado: nos sobraría la clase política. Vivir en sociedad supone que aceptamos que existan diferentes criterios sobre qué consideramos más prioritario, hacia dónde nos queremos dirigir o dónde se ha de hacer hincapié en la dotación de recursos. Esto no es legalidad, es política. Y tal y como están las leyes – los políticos las pueden cambiar – y a pesar de su número, complejidad e incluso contradicciones, cualquiera puede llegar a tu pueblo con una macrogranja bajo el brazo porque “la ley se lo permite”. A pesar de toda la normativa, te puede tocar a ti, como la lotería.
Esta forma de hacer política, que para algunos es configurar el territorio rural como una tierra de oportunidades, otros la consideramos simplemente especulación. No es casual que muchos promotores de macrogranjas actuales sean algunos de los dedicados al sector de la construcción antes de la crisis del 2008 reconvertidos al ¿sector ganadero? Parece que no hemos aprendido gran cosa: poner el territorio en manos de los vaivenes del mercado deja un montón de cadáveres por el camino.
Otra de las afirmaciones que se suelen escuchar desde círculos políticos es que “las macrogranjas no existen”. No hay duda: no lo reconoce ni el corrector del procesador de texto con el que se están escribiendo estas líneas. El término tampoco figura si usamos el buscador de palabras en un texto legal. Debe ser que los colectivos que estamos protestando nos hemos inventado una conspiración para llamar la atención. Sorprende que quienes pretenden representar a ciudadanos, aquellos que tienen todos los medios para acceder a la información y el conocimiento no lo hagan y sean capaces de emitir en público afirmaciones de este tipo exhibiendo sin pudor su ignorancia. Los que somos ciudadanos de a pie y vivimos en el rural hemos aprendido a distinguir lo que es una Autorización Ambiental Integrada de una Evaluación de Impacto Ambiental y también conocemos la diferencia entre que un proyecto con características de “macrogranja” salga a información pública o no.
Hace falta que todas estas cuestiones sean reflexionadas por nuestros políticos para que sean capaces de realizar las tareas que tienen encomendadas: una de las que se han mencionado más arriba consiste en planificar hacia dónde nos dirigimos. Mientras eso no se haga, las macrogranjas seguirán siendo una lotería.